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Qué es el FOMO y cómo evitarlo

Qué es el FOMO y cómo evitarlo

Imagina que te desconectas del correo y las redes de tu empresa durante apenas una hora, y al volver te encuentras con decenas de notificaciones: correos sin leer, mensajes en Slack, novedades en LinkedIn… Al instante sientes una preocupación familiar: ¿qué habrá ocurrido en este tiempo? ¿Habré perdido información importante, alguna decisión de último minuto o una oportunidad clave para el proyecto?

Esa inquietud es un reflejo de un fenómeno cada vez más común en entornos de trabajo modernos: el FOMO, del inglés Fear Of Missing Out o «miedo a perderse algo». En la actualidad hiperconectada, este término describe la ansiedad constante por no quedarse afuera de experiencias valiosas que otros puedan estar aprovechando.

Originalmente, el concepto de FOMO se popularizó en el contexto de las redes sociales y la vida personal, pero se ha extendido también al ámbito profesional. Muchos empleados y directivos sienten el temor de quedar fuera de conversaciones, decisiones o novedades cruciales en sus organizaciones. Incluso tras la pandemia, con el auge del teletrabajo, el FOMO ganó terreno en el mundo laboral: trabajar desde casa hizo que más personas temieran perderse algo de lo que ocurría en la oficina o en los canales virtuales de su equipo. Entender qué es el FOMO y cómo nos afecta en el trabajo es fundamental para gestionar mejor la productividad y el bienestar en nuestras carreras.

Qué es el FOMO y cómo evitarlo

El término FOMO fue acuñado en 2004 por el escritor Patrick J. McGinnis para describir la aprensión de que uno está perdiendo información, eventos o experiencias que podrían ser beneficiosas o importantes. En español se traduce como «miedo a perderse algo» y alude a esa inquietud al pensar que otros están obteniendo una ventaja mientras nosotros no participamos.

Aunque sus orígenes están ligados a la vida social, el FOMO se manifiesta también en la esfera profesional. En el entorno laboral, aparece como el temor a quedar excluido de oportunidades importantes: un empleado puede temer no enterarse de una decisión estratégica, de una nueva iniciativa o de la última tendencia del sector, y sentir que por ello podría quedarse atrás.

La tecnología ha amplificado este fenómeno. Hoy contamos con email, mensajería corporativa (Teams, Slack, etc.) y redes profesionales donde la información fluye sin pausa. Esta conectividad permanente alimenta el FOMO laboral: los profesionales sienten la necesidad de estar «siempre disponibles» para no perderse nada relevante. A consecuencia, muchos terminan sacrificando su salud mental o tiempo libre por intentar no dejar pasar ninguna oportunidad. Revisar compulsivamente el teléfono incluso de noche o durante vacaciones se vuelve hábito común entre quienes padecen este miedo.

Características del FOMO

La manifestación más evidente del FOMO profesional es la conectividad ininterrumpida. Quienes lo sufren sienten que deben responder a cada notificación y estar al tanto de todo en tiempo real. Esto lleva a jornadas repletas de interrupciones (llamadas, alertas, reuniones improvisadas), reduciendo la concentración y la eficiencia en tareas profundas. Además, por miedo a quedar fuera, muchos acaban sobrecargándose de trabajo: se apuntan a todas las reuniones, responden al instante a cada mensaje y asumen más tareas de las razonables. Al final este ritmo pasa factura en forma de estrés crónico e incluso burnout.

El FOMO también se alimenta de la comparación constante. En la era de LinkedIn y X (Twitter), estamos expuestos a las historias de éxito de colegas: anuncios de ascensos, nuevos proyectos «ilusionantes» o cursos de última tecnología que todos parecen estar haciendo (no entro en la veracidad o no de tantas publicaciones de éxitos y triunfos). Esta sobreexposición puede hacernos sentir que nuestro propio trabajo es menos interesante o que nos estamos rezagando. Además, en entornos de teletrabajo o modalidad híbrida, aparece el miedo a perderse lo que ocurre en persona. Un empleado remoto puede temer que, al no estar físicamente en la oficina, se pierda conversaciones informales o decisiones que se toman cara a cara, sintiéndose menos valorado o «fuera de juego».

En los sectores tecnológicos, donde las herramientas evolucionan rápido, el FOMO se manifiesta como una prisa constante por aprender la última tendencia. Surge el temor de que si no dominas cierta tecnología emergente podrías volverte irrelevante. Esto está ligado a otro término reciente: el FOBO (Fear Of Being Obsolete, miedo a quedar obsoleto). Con los avances en inteligencia artificial y automatización, muchos profesionales temen que sus habilidades queden desactualizadas. Tanto el FOMO como el FOBO pueden llevar a decisiones impulsivas, como querer abarcar todos los cursos de formación o adoptar cada nueva herramienta sin estrategia, solo por miedo a «quedarse atrás».

Qué impacto tiene el FOMO en las organizaciones

A nivel individual, vivir en estado de FOMO permanente tiene un alto coste emocional. La persona sufre ansiedad crónica y saturación mental; su creatividad y capacidad de enfoque disminuyen al estar siempre en modo reactivo, y con el tiempo puede aparecer burnout e incluso problemas de salud derivados del estrés. Irónicamente, al tratar de estar en todas partes, el rendimiento y la efectividad termina por resentirse.

Para la empresa, el FOMO colectivo puede reducir la productividad (días llenos de interrupciones frenan el «focused work«) y propiciar decisiones poco meditadas (por miedo a perder ventaja, se implementan cambios sin suficiente análisis). También puede crear un clima de competencia malsana, con comparaciones constantes que dañan la moral del equipo.

No todo es negativo. En su justa medida, el deseo de no quedarse atrás refleja ganas de aprender y progresar. Un FOMO moderado puede ser un pequeño motor de innovación en la empresa. Si los líderes canalizan ese impulso positivamente –por ejemplo, facilitando formación–, el miedo a perderse algo se transforma en motivación por mejorar. La clave está en mantener el equilibrio antes de que esa motivación cruce la línea hacia la ansiedad perjudicial.

Qué ventajas aporta el FOMO

Como ventaja, la persona con FOMO suele ser alguien participativo y al día. Bien dirigido, ese impulso puede volver a un profesional más proactivo en su desarrollo. Las organizaciones incluso pueden canalizarlo a su favor: por ejemplo, empleando el FOMO de forma positiva en el marketing interno (anunciar plazas limitadas en cursos o eventos para incentivar la participación). El «miedo a perderse algo» podría transformarse en ganas de aprovechar oportunidades de crecimiento.

Ahora bien, los desafíos de vencer el FOMO son considerables. Superarlo exige cambiar hábitos y percepciones muy arraigadas. Los expertos advierten que no basta con silenciar notificaciones o borrar apps del móvil; si se hace de golpe, podría haber un efecto rebote de ansiedad. En lugar de eso, hay que abordar la raíz: entender qué nos genera esa angustia y cuestionar si realmente nos estamos perdiendo algo crucial. Ayudan técnicas como establecer prioridades claras, aprender a decir «no» cuando algo excede nuestra capacidad, y practicar la gratitud por lo logrado en vez de obsesionarse con lo que falta.

También es importante recuperar el equilibrio trabajo-vida. Dedicar tiempo a actividades personales (deporte, amigos, hobbies) nos recuerda que somos más que nuestro puesto. De hecho, tendencias como el «quiet quitting» –cumplir con el trabajo sin excederse– subrayan la necesidad de marcar límites saludables y abandonar la idea de que siempre hay que dar más. En otras palabras, desconectar no es falta de compromiso, sino una estrategia para preservar nuestra energía a largo plazo.

Las empresas, por su parte, pueden ayudar a mitigar el FOMO creando una cultura donde no se espere que nadie esté disponible todo el tiempo, y donde el derecho a desconectar sea real (por ejemplo, evitando comunicaciones fuera de horario). Educar a los equipos en gestión del tiempo y productividad también reduce la sensación de urgencia constante. Y los líderes deben dar ejemplo: valorar la eficiencia por encima de la «presencia» continua. Cuando la directiva demuestra que nada se hunde si un empleado se toma su descanso, se legitima ese equilibrio y se reduce el FOMO colectivo.

Como ves esto del FOMO es un desafío real pero no insuperable. Yo, me vas a permitir que sea más del equipo JOMO (Joy Of Missing Out o «alegría de perderse algo») a veces está bien que te sorprendan con nuevas cosas.

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